Eringer: Die Königin der Kühe

La Herens – la reina de las vacas

La raza bovina Herens ocupa un lugar especial en los corazones suizos.

Las vacas son una tradición suiza tan importante como la relojería y el chocolate, y la Herens, con su espíritu guerrero, es la raza más famosa del país.

La imagen de un rebaño de vacas rumiando en una pradera alpina es típicamente suiza. En todo el mundo la gente asocia las vacas con Suiza, tanto como el chocolate, los lingotes de oro o los relojes. La vaca forma parte del paisaje suizo. Y como con todo el ganado, las diferentes razas se clasifican según su propósito principal: lecheras, de carne o ambos en algunos casos. De hecho, la mayoría del ganado suizo es de doble propósito, y una raza atrae una atención especial: la Herens.

Eringer: Die Königin der Kühe

Hogar en las montañas

La Herens es una raza de montaña. Desde hace generaciones se las cría en el cantón montañoso de Valais, en la mayoría de los casos por encima de los 1.000 metros de altura. Allí, poseer una vaca Herens es motivo de orgullo y honor. "Está en la sangre. Los criadores de Herens viven sus vidas al ritmo del rebaño. Sus hijos crecen con eso y la tradición se transmite de generación en generación", explica Benoît Berguerand. En realidad muchos de los dueños de vacas Herens no son granjeros. "Cuidar una vaca implica mucho trabajo, entonces muchas veces las personas dejan sus vacas al cuidado de un criador. Por ejemplo, Gérard Depardieu y Lara Gut tienen vacas y son criadas por un granjero local". Estas vacas luego forman parte de un rebaño. 

Cuidar una vaca implica mucho trabajo, entonces muchas veces las personas dejan sus vacas al cuidado de un criador. Estas vacas luego forman parte de un rebaño.
Cuidar una vaca implica mucho trabajo, entonces muchas veces las personas dejan sus vacas al cuidado de un criador. Estas vacas luego forman parte de un rebaño.

Una de estas dueñas que 'terceriza' la crianza de su vaca Herens es Katia Zufferey, una joven de 28 años. Enóloga de profesión, comparte la vaca con su padre viticultor. Es una tradición que inició su abuelo paterno, quien colaboró en la construcción del establo comunitario en el valle alpino de Val d'Anniviers. La familia Zufferey ha tenido unas 10 vacas desde 1988. Alojar a su vaca en un establo en Saint Luc les cuesta 250 francos al mes, más los tres meses de pastura de verano, los honorarios del veterinario y el heno. También tienen que destinar dos días al año al mantenimiento del establo. "Es una pasión costosa, pero las Herens forman parte de la familia y hasta son terapéuticas de alguna manera. Me encanta pasar tiempo con ellas, y me siento más segura en su compañía que con ninguna otra raza. Siempre fue mi sueño tener mi propia Herens". Como nativa del Valais, Katia se siente muy cómoda con el rasgo tradicional y distintivo de esta raza: su instinto combativo.

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Guerreras instintivas

Si se las deja libradas a su suerte, las vacas Herens instintivamente se desafían unas a otras para establecer una jerarquía en el rebaño. Durante el invierno permanecen en un establo pero se las deja salir todas las semanas. En cuanto están al aire libre, sienten la necesidad de enfrentarse. "Es como si no pudieran esperar, hasta empiezan a pelear sobre el hielo", se ríe Katia. Cuando llega la primavera, el rebaño pasa el día en las praderas. Las luchas van aumentando de intensidad y la vaca que gana todas las peleas se gana el respeto natural del rebaño. Esta es la época del año en que se celebran las peleas regionales en el Valais pero también al otro lado de la frontera con Italia, en el Valle de Aosta. Los dueños pueden inscribir a sus vacas en los campeonatos regionales en cinco categorías, según la edad y el peso. "Recuerdo la primera vez que inscribí una vaca para un torneo. Estaba realmente muy entusiasmada pero luego tuve que retirar a mi vaca porque se lastimó una pezuña. ¡Fue una gran desilusión!", recuerda Katia.

Libradas a su suerte, las vacas Herens instintivamente se desafían unas a otras para establecer una jerarquía en el rebaño.
Libradas a su suerte, las vacas Herens instintivamente se desafían unas a otras para establecer una jerarquía en el rebaño.

La lucha por el título de reina

Las siete finalistas de cada categoría ganan una sonnette, un gran cencerro en un collar de cuero. Este es su pase para disputar la final suiza que cada año organiza una sede diferente de la federación nacional de criadores de Herens. La gran final se celebra todos los años a principios de mayo desde 1922. El evento atrae una enorme multitud; en 2017 más de 10.000 personas colmaron el lugar. Allí, el jurado corona a una reina en cada una de las cinco categorías. "Pueden participar vacas de más de dos años y medio de edad que pesen entre 400 y 900 kg. El peso es un factor importante, pero no es necesariamente decisivo en la final", señala Benoît Berguerand.

La competencia está abierta a vacas de más de dos años y medio de edad que pesen entre 400 y 900 kg.
La competencia está abierta a vacas de más de dos años y medio de edad que pesen entre 400 y 900 kg.

Se califica a la vaca por el número de peleas que gana. Si pierde o se aleja de su adversaria tres veces, queda eliminada y hay que retirarla de la pista. La vaca que logra derrotar a las ganadoras de todas las otras categorías es coronada como la 'reina de las reinas'. "Nuestro mejor resultado fue un séptimo puesto en las eliminatorias de 2011. Pero lamentablemente en esa época solo pasaban a la final las seis primeras", dice Katia. "Para los criadores, llegar a la final nacional es la culminación de años de trabajo duro. Es una gran emoción", agrega Benoît, que nunca se pierde una final. "Pero es muy gratificante tener una vaca clasificada, porque estos animales tienen su carácter. Si no quieren pelear, uno no puede hacer nada. A veces una vaca queda como favorita después de las eliminatorias y cuando llega el día simplemente se niega a pelear".

Para los criadores, llegar a la final nacional es la culminación de años de trabajo duro.
Para los criadores, llegar a la final nacional es la culminación de años de trabajo duro.

De vuelta a casa por el invierno

Alrededor de fines de mayo o principios de junio, las diferentes asociaciones regionales deciden qué vacas pasarán los meses de verano juntas en las pasturas de las altas montañas. Una vez allí, las vacas se pueden acostumbrar al sonido de otros cencerros y, lo que es más importante, estudiar a sus rivales. Desde mediados de junio a mediados de septiembre las vacas pastan en los Alpes, donde son cuidadas por varios pastores que las ordeñan todos los días y luego usan la leche para hacer queso para el invierno. Al final de la temporada estival, los pastores determinan quién es la reina del rebaño. Esta vaca luego guiará la tradicional procesión de “desalpe”, el regreso al valle, adornada con una corona de flores. "Vivo al ritmo de mi vaca, pero no viviría de ningún otro modo. Y no podría tener ninguna otra raza bovina: mi Herens es una más de mi familia", dice Katia con una sonrisa.

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