Vid © Suiza Turismo

El vino suizo abraza su costado femenino

Cada vez son más las viticultoras mujeres en Suiza. Sus vinos no tienen nada que envidiar a los de sus colegas masculinos y han recibido merecidos premios. Hablamos con cuatro mujeres suizas que han hecho carrera en la viticultura, cada una en un cantón diferente.

Françoise Berguer fue la primera mujer admitida en la Escuela de Viticultura de Lausana en 1954. “Al principio no querían aceptarme”, recuerda esta pionera que aun administra su finca ‘Les Gondettes’ en Satigny (cantón de Ginebra). “Pero mi padre fue muy insistente y finalmente pude entrar”. Hace treinta años la viticultura era todavía un mundo de hombres, pero las cosas han cambiado y cada vez más mujeres administran sus propios viñedos. “Ya no tiene nada de raro y ya casi no hay prejuicios”, señala.

De hecho, los vinos producidos por mujeres suizas son muy valorados, tal como lo demuestran sus numerosos premios. Podemos mencionar, por ejemplo, a Marie-Thérèse Chappaz, ganadora del premio Lalique 2015, Noémie Graff, que recibió el premio por el mejor Pinot Noir de Suiza en 2010, o Chantal Ritter Cochand, cuyo Sauvignon Blanc fue galardonado con el Sélection Or en 2016. Las cuatro viticultoras con las que conversamos, todas miembros de la asociación de viticultoras mujeres Les Artisanes de la Vigne et du Vin, son solo algunas de las numerosas mujeres que administran sus propios viñedos.

vendimia en Dezaley © Suiza Turismo

Marie-Thérèse Chappaz – un icono del vino del Valais

La viticultura no fue la primera vocación de Marie-Thérèse Chappaz: originalmente quería ser partera. Pronto cambió de opinión cuando recibió una hectárea de viñedos de su padre y el resto es historia. Esta viticultora de Fully (Valais) se ha convertido en un icono del vino suizo y los connoisseurs se pelean por su producción. Sus viñedos ya ocupan casi ocho hectáreas, trabaja con la biodinámica desde 1997, y sus vinos han recibido numerosas medallas.

“Cuando comencé en los años 80 no era fácil ganar la aceptación como mujer en este negocio”, recuerda Marie-Thérèse Chappaz. “Ahora las cosas son diferentes. Creo que las mujeres han aportado más pasión al vino. Nuestro enfoque es distinto al de los hombres”. Además de sus prácticas biodinámicas, Marie-Thérèse Chappaz utiliza la menor tecnología posible en su viñedo: “Disfruto el trabajo manual. De hecho pronto voy a empezar a trabajar con caballos. Busco un tipo diferente de armonía”.

Marie-Thérèse Chappaz, de Fully (VS)
Marie-Thérèse Chappaz, de Fully (canton del Valais) © 2013 Dominique Derisbourg

Entre sus propios vinos, uno de sus favoritos es el Grain Ermitage Président Troillet. “Lo llamamos así en honor a mi tío abuelo, que fundó el viñedo. Proviene de una vid de 92 años de antigüedad. Me gustan las cosas que tienen una historia detrás”.

Noémie Graff – heredera de una tradición no conformist

Noémie Graff siempre supo que quería hacerse cargo de la finca familiar en Begnins (cantón de Vaud). “Fue una elección obvia: la viticultura es el mejor trabajo del mundo”. Luego de finalizar una licenciatura en historia en la Universidad de Lausana y una especialización en viticultura antigua, continuó sus estudios en la Escuela de Viticultura y Enología de Changins. Más tarde, en 2006, se hizo cargo de la finca familiar a los 30 años de edad.

Su abuelo René Graff había bautizado la finca con el nombre de ‘Satyre’ por los desenfadados acompañantes del dios del vino y la juerga. Fiel a su nombre, el viñedo pronto se hizo conocido por sus métodos poco ortodoxos, cuando en los años 40 su abuelo arrancó las vides existentes para plantar las variedades Pinot Noir y Gamay provocando la ira de las autoridades locales, en una región conocida por producir únicamente vinos blancos.

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Noémie Graff en su finca en Begnins (catón de Vaud) © Pierre-Antoine Grisoni

Heredera de este inconformismo, Noémie Graff logró imponerse rápidamente como mujer en el negocio. Activa feminista en sus años de estudiante, dice que encontró “el mismo sexismo en la viticultura que en cualquier otro lugar. Mi principal preocupación en ese momento era no desilusionar a mi padre”. Ciertamente lo logró, a través de una capacitación especializada y una devoción absoluta por su trabajo. “Me concentro en la vid y en la uva, y casi no intervengo en la cava”. Su inspiración son los numerosos premios que han recibido sus vinos: “Mi próximo proyecto es reintroducir una variedad de uva que solía crecer en Begnins en el siglo XIX, la Mondeuse Noire”.

Chantal Ritter Cochand – combinación de humildad y perfección

Chantal Ritter Cochand tenía 25 años en 1987 cuando se encargó del pequeño viñedo de su familia en Le Landeron, sobre las costas del Lago de Biel/Bienne (Neuchâtel). Terminó sus estudios con un diploma en administración y pasó una temporada trabajando en una granja alpina antes de continuar sus estudios en viticultura y enología. “Cuando era niña, pasaba todas mis vacaciones en la finca de mis abuelos y me encantaba el ambiente. Cuando quise hacerme cargo, todos me desalentaban y me decían que sería demasiado difícil, en especial para una mujer”, recuerda.

Chantal Ritter Cochand en su cava en Landeron, cantón de Neuchâtel © RitterCochand
Chantal Ritter Cochand en su cava en Landeron, cantón de Neuchâtel ©RitterCochand

Pero esta viticultora se mantuvo firme, con el apoyo de su esposo, y el viñedo se expandió rápidamente. Hoy sus vinos suelen encontrarse entre los ganadores de medallas. Sin embargo, Chantal Ritter Cochand mantiene una humildad que es típica de los que trabajan la tierra: “Cada año es diferente y siempre estamos aprendiendo de la naturaleza. Simplemente nos concentramos en la vid y apuntamos a la calidad y la perfección. Me gusta resaltar el costado frutal del vino, lo encuentro bastante femenino”.

Françoise Berguer – la pionera de Ginebra

La determinación y el espíritu independiente que ha demostrado Françoise Berguer durante toda su vida son admirables. En 1954 se convirtió en la primera mujer que estudió en la Escuela de Viticultura y hoy, con más de 80 años, sigue administrando su finca en Satigny (cantón de Ginebra). Con más de mil años de existencia, es uno de los viñedos más antiguos del cantón. La familia Berguer es su propietaria desde 1932.

“La situación ha cambiado muchísimo para las mujeres viticultoras, aun cuando no es una vida fácil”, dice Françoise Berguer. “Cuando empecé no teníamos a nadie que nos entrenara y por cierto no había tiempo para quejas. La viticultura era un ambiente muy machista y una tenía que mantenerse firme si quería progresar”.

Françoise Berguer en su finca © Helena Zanelli
Françoise Berguer en su finca © Helena Zanelli

Esta viticultora de Ginebra ha visto pasar varias modas a lo largo de los años. “He vivido todo: hubo épocas en las que lo importante era el volumen y la producción, y luego se volvió a la calidad. El trabajo se ha vuelto menos físico, así que es más fácil para las mujeres elegir la viticultura como carrera”. Tan independiente como siempre, Françoise Berguer prefiere que sus vinos no participen en competencias: “Tengo los mismos clientes desde hace muchos años y dedico todo mi tiempo a ellos”.

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