Nado en aguas abiertas: una especialidad de las ciudades suizas
Un grupo de personas se zambullen en el río y emergen varios cientos de metros corriente abajo. Bañarse en los ríos es común en las ciudades suizas y obviamente fascina a los turistas; ¿en qué otro lugar del mundo se puede nadar en aguas abiertas en la ciudad?
Déjese llevar por el río unos cientos de metros. Regrese caminando en traje de baño y vuelva a empezar, saltando desde un puente o una escalera improvisada. La práctica inusual del baño en ríos urbanos fascina a los visitantes de las ciudades suizas.
Desde Zúrich a Ginebra, pasando por Berna, Basilea y Thun, la natación en aguas abiertas atrae a aficionados de todos los sectores sociales desde hace muchos años. Es una actividad que unifica en su búsqueda pura del placer y que es a la vez multicultural y típica de Suiza. Y para variar, un estereotipo suizo que es decididamente urbano.
Cómo Andreas de Alemania se hizo aficionado a la natación urbana
Andreas Ruby nació en Alemania y a su llegada a Basilea en 2015 se convirtió en adepto de inmediato. Le gusta tanto nadar en el río en la ciudad del Rin que le dedicó una exposición (“Swim City”) en el Museo de Arquitectura de Basilea, del que es director. “Me hice aficionado muy rápido en compañía de gente del lugar. La regla básica es: siempre ir con alguien experimentado, porque los riesgos son muy reales. Desde entonces, nado todos los días en verano a eso de las 6 de la tarde. Me encuentro con amigos y nos zambullimos varias veces. Es una rambla acuática que te lleva directo al corazón de la ciudad y te da una nueva perspectiva de su paisaje. Si te dejas llevar por la corriente, sin nadar en realidad, puedes charlar con tus compañeros.”
Es un ritual encantador porque es tan placentero y por lo que dice sobre el país que le permite existir.
¿Un placer casi único en el mundo? “No conozco ninguna otra ciudad que ofrezca una oportunidad semejante excepto Belgrado y algunas ciudades sobre el Volga. Están empezando a surgir proyectos, pero restringen la natación a ciertas áreas, muy lejos de la idea de dejarse llevar por la corriente. Excepto en Berlín, donde se puede flotar 800 metros y pasar por delante de los museos en el Spree. Pero es difícil imaginar darse un chapuzón en el Sena en París o en el Támesis en Londres”.
Un doble desafío para las autoridades
El nado en aguas abiertas no está permitido en muchos ríos por la mala calidad del agua y porque sería difícil para las autoridades garantizar la seguridad de los nadadores. Dos factores que nada tienen que ver entre sí han contribuido al aumento de los baños en ríos urbanos en Suiza. En las últimas décadas, la mayoría de los cantones han logrado mejorar la calidad del agua en tal medida que ahora el agua es segura para bañarse, aun cuando esta no era la intención.
El tema de la seguridad se abordó a través de muchos años de cooperación con la Sociedad Suiza de Salvamento (SSS), especialmente en las ciudades de habla alemana. Con 12.000 miembros en asociaciones locales, la SSS concientiza en los sitios de baño, a menudo con la ayuda de voluntarios.
En Basilea están presentes en las orillas del Rin todos los martes para informar y aconsejar a los miembros del público. La SSS publica información en varios idiomas, incluidos inglés, somalí, farsi y portugués. Los accidentes generalmente tienen que ver con visitantes jóvenes que no son conscientes de los riesgos. Según la oficina central de la Sociedad de Salvamento, “de las 49 muertes por ahogamiento en 2019, 23 se produjeron en los ríos. Diecinueve de las víctimas eran hombres, la mayoría de 15 a 30 años de edad”. Se lanzó una campaña “Salva a tus amigos” para apuntar a este grupo de alto riesgo.
Como organismo de capacitación y prevención, la SSS desea convertir a cada nadador en aguas abiertas en un potencial guardavidas, con los reflejos para salvar una vida. Una comunidad de guardavidas voluntarios, que depende de la participación a tiempo parcial de los ciudadanos, muy parecido al sistema político y militar de Suiza. “Es gracias a este contrato social, por el cual todos se sienten responsables de sí mismos y de los demás, que no hay guardavidas apostados a lo largo de las orillas de los ríos de Suiza”, comenta Andreas Ruby.
En los márgenes de la ciudad desarrollada
Esta falta de vigilancia oficial y el carácter algo salvaje de los puntos de acceso les da un aire de libertad a estos espacios a lo largo de los ríos, que parecen haber evadido la ciudad gentrificada. Las plataformas más recientes de Ginebra sobre el Ródano, demasiado pequeñas desde el comienzo, y los antiguos baños públicos de Zúrich a lo largo del Limmat, se han visto superados hace mucho por las hordas de residentes de la ciudad que deambulan por los muelles en sus trajes de baño. “Lo que tenemos aquí es una cultura popular inclusiva y multicultural totalmente imbuida en la mentalidad suiza, cuyo valor continuará creciendo”, pronostica Andreas Ruby. Además, dado que todos llevan sus trajes de baño, los marcadores habituales de clase social desaparecen. “El río se convierte en el sitio de una nueva igualdad”.
Pascale – bañarse en el Aar en Berna
“Cuando decido ir al río, salgo de mi casa en traje de baño. Dejo la toalla en la piscina Marzili, a 30 metros de mi edificio, que está cerca del Aar. Siempre soñé con vivir en un lugar así, tan cerca del agua. Como todas las piscinas municipales, no se abona entrada. El acceso es público y gratuito.
Así que no me molesto en llevar mi billetera o ni siquiera un candado o un bolso. En esta parte del río apta para nadar (hay otra parte en Lorraine), Marzili es la última salida antes del dique. Se construyó un canal en 2019 para ayudar a la gente a salir del río, pero yo no lo uso. Empiezo caminando por la orilla izquierda del río aguas arriba durante 200 u 800 metros, según mi estado de ánimo. Luego bajo por una escalera. En general el agua está bastante fría, pero una vez que uno decide zambullirse, no tiene sentido dudar. También es una cuestión de hábito. En verano, es muy tonificante. El resto del año no nado, pero veo nadadores todo el año. ¿Nadadores? Bueno, tal vez no sea la palabra correcta. Uno no nada en la corriente, uno se deja llevar. ¡No intenten hacer otra cosa!"
"Una vez llevé a un amigo que no está acostumbrado a esta práctica, pero es buen nadador. Se asustó por la naturaleza cambiante e incontrolable de la corriente. Además perdió los anteojos, que quedaron atascados en la rama de un árbol. Nadaba demasiado cerca del borde, ¡como muchos principiantes que tienen miedo de perderse la salida!
Es un aprendizaje de la mente además del cuerpo, porque hay que atreverse a entregarse al poder del río, pero aun así poder liberarse en el momento correcto. No se parece en nada a nadar en un lago o en una piscina. Tampoco es únicamente para deportistas delirantes. Es una costumbre, casi una cultura. Los accidentes casi siempre tienen que ver con personas que no tienen experiencia; turistas o transeúntes que creen que es sencillo porque tanta gente lo hace y parece tan divertido.
Los carteles no son suficientes, se necesita un local para que les muestre cómo se hace. La idea es asegurar que este extraordinario estilo de vida urbano pueda continuar. ¿Y si se producen demasiados accidentes que hacen que se cuestione la práctica? No quiero ni pensar en esa posibilidad”. (VH)
Traducción de un artículo de Valérie Hoffmeyer publicado originalmente en Le Temps en julio de 2020.