Pasión por las alturas
En esta parte del mundo todos los años se repite el mismo ritual. Durante el mes de junio, se lleva a las vacas a las praderas altas, conocidas localmente como el ‘alpage’, para pasar allí el verano. Doris y Charles-André Mudry se están preparando para pasar su cuadragésimo verano en Mondralèche.
“Charles-André siempre soñó con este estilo de vida”, recuerda Doris con cariño. Su esposo Charles-André, apodado Dédé, está durmiendo la siesta. Su vida en el alpage no comenzó como un cuento de hadas. “Nos hicimos cargo del alpage en 1978 sin pensarlo demasiado cuando renunció el encargado anterior”, explica. “Si bien mi esposo ya estaba trabajando en una granja, yo no tenía nada de experiencia. Teníamos dos hijos pequeños y no teníamos idea de lo que nos esperaba. ¡Cómo lloré ese año, podría haber llenado el lago!”, bromea. El alpage de Mondralèche se encuentra rodeado de un paisaje increíble sobre la represa de Rawyl y cerca del centro de esquí de Anzère. Si bien la zona es un destino turístico para algunos, para los Mudry y sus siete empleados el lugar es sinónimo de trabajo.
El queso, su fuente de ingresos
"Cuando estamos en el alpage no vamos a trabajar, nuestra vida es el trabajo”, explica Doris. Después de un primer año caótico en Mondralèche, Doris, enfermera profesional, se resignó a aprender a hacer queso. “Lo novedoso de la situación, nuestra falta de organización y de experiencia nos hizo perder tiempo y queso. Decidí tomar un curso para poder dar una mano cuando fuera necesario. Ese año junto con otra mujer nos convertimos en las primeras maestras queseras del Valle de Illiez”. Ya de regreso de su siesta, Charles-André lo confirma: “Decidimos que no podíamos darnos por vencidos, entonces nos tomamos un tiempo para pensar y rodearnos de las personas adecuadas. Y como pueden ver, finalmente lo logramos porque hace 40 años que vivimos del queso que producimos”.
Las condiciones en el lugar eran rudimentarias en los años 80. No había establo para los animales. Doris, Dédé y sus tres hijos dormían en una caravana. La lechería era la única construcción de ladrillos y hacía las veces de dormitorio para los empleados de los Mudry. No había baños ni duchas. “Nos lavábamos en tinas que llenábamos de agua tibia de la lechería”, recuerda Dédé. “El 19 de julio de 1980, tuvimos medio metro de nieve. Ahí nos dimos cuenta de que sin un establo no íbamos a salir adelante. Ahora tenemos más comodidades y nos manejamos con ciertos estándares. Siempre hay trabajo por hacer pero a medida que modernizamos la lechería, se vuelve más sencillo. Aun no nos damos por satisfechos pero las condiciones han mejorado”. Como ejemplo de su resiliencia y actitud positiva, los Mudry reconocen que dos días de sol en el alpage los hacen olvidarse de tres semanas de lluvia.
La pasión como motor
“Aprendíamos mientras trabajábamos, escuchando consejos de todos lados. De a poco fuimos encontrando nuestro camino”, expresa Doris. La fabricación de queso los mantiene ocupados seis meses al año, los siete días de la semana. Se ganan la vida vendiendo diferentes tipos de queso, que producen con la leche que obtienen de sus dos rebaños. “Tenemos 58 vacas de un lado del alpage y 75 del otro además de 117 vaquillonas que pastan aquí durante el verano. Producimos unas 20 toneladas de queso ‘raclette’ AOP por año, incluyendo cinco toneladas de ‘fondue’ y ‘tommes’”, explica Dédé. “Vendemos el queso en nuestras instalaciones así como en tiendas de la zona”.
El ganado se divide en dos pasturas separadas en el alpage, en Vatzeret y Er de Chermignon. El equipo está compuesto por unas diez personas entre queseros y otros que se dedican a las vacas. Cada rebaño se ordeña en el lugar donde pasta y luego se lleva la leche hasta la quesería de Mondralèche. Las vacas se ordeñan dos veces al día, entre las 6 y las 7 de la mañana y entre las 7 y las 8 de la tarde. Todos los días se procesan más de 2500 litros para fabricar queso.
Todos los días Doris se levanta a la 1.30 de la mañana. Mientras se entibia la leche, saca los quesos del día anterior de los moldes y los sumerge en un baño de salmuera. Luego comienza el proceso para transformar la leche en queso, y finalmente coloca el queso en los moldes alrededor de las 5 de la mañana.
El resto del equipo se despierta a las 3.45 de la mañana. A las 4 salen hacia las pasturas. Llevan a las vacas a los establos para ordeñarlas, y luego regresan a las pasturas hasta el segundo ordeñe del día. Todos se reúnen a las 9 para desayunar. Luego se dedican a preparar cercos, a controlar a las vaquillonas, a limpiar, una tarea tras otra hasta las 13.30, hora del almuerzo y luego un merecido descanso. Todo el proceso vuelve a comenzar a las 4 de la tarde. Doris se acuesta a las 19 y Dédé a las 22.
“Con los años aprendimos a delegar tareas para no quedar exhaustos. Pero tenemos muchos buenos recuerdos, vivimos una vida extraordinaria”, afirman. A lo largo de los años, muchos de sus conocidos abandonaron este estilo de vida. “Esto solo es posible si uno ama lo que hace. No es una vida fácil y hay que tenerlo claro desde el principio. No hay dos años iguales. A veces uno se encuentra con cosas increíbles, como águilas, buitres barbados o un asfódelo blanco, una rara flor alpina”, agrega Charles-André.
“El alpage nos mantiene vivos. Después de 40 años no estamos cansados, sino muy satisfechos”, concluyen los Muldry. “El mayor reconocimiento para nosotros sería encontrar a alguien que se haga cargo cuando nos retiremos. Pero una cosa es segura”, admite Dédé con una sonrisa, “sin mi esposa, esta aventura no habría sido posible”.