Investigación suiza al servicio de las abejas
Suiza no ha sido ajena a la marcada disminución en el número de colonias de abejas en todo el mundo desde el año 2000. Un centro de investigación del país está trabajando con los apicultores para descubrir la causa de este fenómeno y encontrar soluciones.
Suiza es para muchos una tierra rica en leche y miel, y en lo que concierne a la dulce sustancia de color ámbar, no se equivocan: la densidad de colonias de abejas es una de las más elevadas del mundo. Pero las abejas melíferas no sólo producen miel; junto con las especies silvestres son responsables de la polinización del 80% de las plantas, un rol fundamental en la producción de alimentos. Pero desde el año 2000, en Suiza y en el resto del mundo se ha visto una marcada e inusual disminución en el número de colonias de abejas.
En Liebefeld, en las afueras de Berna, los investigadores del Centro de Investigación Apícola de Agroscope están tratando de descubrir las causas de esta calamidad que está amenazando el equilibrio de la naturaleza y, junto con los apicultores, están buscando formas de responder.
El centro fue fundado en 1907 y durante mucho tiempo fue la única institución en Suiza dedicada exclusivamente a la investigación apícola. Desde 2013, comparte el campo con el Servicio Sanitario Apícola (capacitación, transferencia de conocimientos) y el Instituto de Salud Apícola de la Universidad de Berna (investigación básica). Además, el centro lanzó la red Coloss (asociación para la prevención de pérdidas de colonias de abejas) que reúne a más de 800 investigadores de 92 países.
Parásito letal
“El enemigo número uno de las abejas es el ácaro Varroa”, explica Jean-Daniel Charrière, un investigador de Liebefeld. Este ácaro con forma de cangrejo es de origen asiático y llegó a Europa hace más de treinta años después de entrar en contacto con la abeja melífera europea. Se reproduce en el interior de las celdas de los panales y ataca a las abejas hasta la edad adulta. A diferencia de su pariente asiático, la abeja melífera europea no puede defenderse contra el parásito, que además es portador de virus. “Si no se toman medidas, se destruirá más del 95% de las colonias”, dice Charrière.
Los apicultores al principio comenzaron a utilizar productos químicos para luchar contra los ácaros Varroa, pero esto creó problemas de resistencia; además, las sustancias también se encontraban en la cera de las abejas y en la miel. Los investigadores del centro rápidamente vieron este callejón sin salida y recurrieron a métodos alternativos, como el uso de ácido fórmico y oxálico. Y funcionó. “El uso de sustancias orgánicas ayuda a mantener los ácaros bajo control”, afirma Charrière. “Pero se necesitan dedos hábiles y mucho compromiso”. Según Charrière, los apicultores de Suiza lo han imitado y más de tres cuartos de ellos están usando estos métodos en la actualidad.
Falta de explicación
Si bien en algunos años las pérdidas de colonias no fueron tan elevadas en Suiza, los registros muestran que en invierno, la temporada más crítica, las pérdidas alcanzan un promedio del 20%. Es el doble de lo esperado. Los ácaros Varroa no son los únicos responsables. “No comprendemos totalmente el fenómeno”, admite Charrière. “Se han propuesto muchas teorías, como por ejemplo las ondas electromagnéticas, pero no creo mucho en eso”. ¿Y los pesticidas? Desde 2013, se ha suspendido en Suiza el uso de tres tipos de insecticidas en los cultivos de maíz y colza. “Eso es bueno”, dice Charrière, pero por el momento no ha notado ningún impacto real sobre la salud de la población apícola local.
El Consejo Federal también ofrece pagos directos para que los agricultores planten franjas de flores a lo largo de los cultivos para promover la polinización y ha creado disposiciones para reducir los riesgos relacionados con los pesticidas y así proteger mejor las colonias de abejas que están ubicadas cerca de los cultivos. Estas acciones, bajo el plan de acción nacional para la salud apícola adoptado en 2014, apuntan tanto a la preservación de la abeja melífera como de la silvestre ya que si los medios se concentran únicamente en el problema de las abejas melíferas, su supervivencia podrá estar garantizada, pero no la de otras especies no domesticadas.
El fin del romanticismo
“Hay muchos factores involucrados en la muerte de las abejas”, apunta Gérald Buchwalder, un apicultor del Jura que ha realizado pruebas junto con el Centro de Investigación Apícola. Posee unas 12 colmenas en el valle de Delémont y cuida las 30 colonias que pertenecen a la Fundación Rural de la Región del Jura donde encabeza el proyecto de apicultura. La fundación lleva estadísticas detalladas sobre la apicultura en la región. “Por ejemplo, hemos notado que las colonias tienen mayor resistencia en la altura que en las tierras bajas”, comenta Buchwalder. “Debería ser posible hacer un análisis más profundo para descubrir por qué”. Las estadísticas también muestran que los apicultores con menos de diez colmenas sufren mayores pérdidas que los demás.
En este clima incierto, los métodos utilizados por los apicultores para manejar sus colmenas son más importantes que nunca. “Primero, hay que asegurarse de seguir los consejos del Servicio Sanitario Apícola y del Centro de Investigación Apícola”, expresa Buchwalder. Esto no es sólo por el bien de uno. Las abejas vuelan. Entonces si no cuidamos nuestra colonia, corremos el riesgo de contaminar otras colonias cercanas... “Cuando comencé hace treinta años, solía visitar mis colmenas de vez en cuando y todo estaba bien”, recuerda Jean-Daniel Charrière del centro de investigación. “Pero esos días han terminado. Ahora hay que prestar mucha más atención a las colonias”.