El médico alemán que creó Davos
Davos en 1850 era un pueblo pobre y remoto compuesto por unas pocas granjas dispersas, en lo alto de las montañas del cantón de los Grisones. Para 1900 ya era un centro de salud y una ciudad balnearia y turística de moda. En 2020 Davos emerge como un centro de montaña con un ambiente cosmopolita, además de ser la ciudad más alta de los Alpes, desarrollándose a 1.560 metros de altura. Gracias al Foro Económico Mundial, se convirtió en un glamoroso centro de convenciones de importancia global.
¿Cómo ocurrió esta notable transformación? Alexander Spengler, un inmigrante alemán y solicitante de asilo, fue el primero en desarrollar este complejo de montaña.
De revolucionario a médico rural
Fue sin duda un día gris e invernal en noviembre de 1853, cuando el médico alemán Alexander Spengler (1827 - 1901) luchó a lo largo de un camino lleno de baches en Praettigau, viajando en un carruaje de un solo caballo desde Zúrich a Davos.
No fue una coincidencia que estuviese llegando a esta región remota del valle Landwassertal. A esa altura podría perfectamente estar muerto, o en los Estados Unidos. Este antiguo revolucionario, que en 1849 estuvo combatiendo como teniente en las barricadas del Gran Ducado de Baden para cambiar el sistema político, llegó a Suiza como refugiado. Incluso se rumoreó que había sido condenado a la muerte en un juicio in absentia, aunque no existen pruebas documentales de ello. A este luchador por la libertad se le había permitido estudiar medicina en Zúrich, y en 1853 aprovechó la oportunidad de convertirse en médico rural en Davos. Dos años más tarde, Spengler, el solicitante de asilo político, se convertiría en ciudadano suizo naturalizado.
Las ideas de un loco
En un principio, el trabajo en una montaña remota fue para Spengler una suerte de exilio. Si bien su salario era bajo, el distrito era tan grande que las distancias entre casas solo podían ser cubiertas a caballo. A menudo sentía nostalgia y extrañaba el ambiente intelectual, los teatros y los cafés de Zúrich. Pero luego sucedieron dos cosas: encontró una compañera, su futura esposa Elisabeth Ambühl, con quien viviría una vida feliz y tendría cinco hijos; y realizó un descubrimiento fascinante, uno que lo atrapó verdaderamente. Notó que todos los locales tenían "un cuerpo precioso, simétrico, un pecho abultado y fuertes músculos cardíacos". Se asombró por la agilidad que estas personas tenían para atravesar los empinados caminos de montaña "sin transpirar o quedarse sin aliento". Aún más, no encontró casos de tuberculosis. ¿Podía ser que Davos fuese un lugar de inmunidad, libre de las enfermedades que terminaban con la vida de ricos y pobres por igual? La tuberculosis en etapas avanzadas era considerada incurable. Aquellos que podían pagarlo viajaban a centros de salud en climas más templados al sur, esperando mejorarse.
La idea de Spengler de un spa en lo alto de las montañas, donde se ordenaba entrar en contacto con el aire frío de la montaña incluso en invierno, fue inicialmente rechazada por sus colegas como una completa locura. Desde el inicio, daba la impresión de que Spengler estaba echando mano a extraños tratamientos, como uno que incluia largas estancias en establos, donde se esperaba que los pacientes con problemas respiratorios se curaran con aire lleno de amoníaco.
Pero en el invierno de 1865, dos pacientes alemanes gravemente enfermos, el librero Hugo Richter y el doctor Friedrich Unger, llegaron a Davos exhaustos tras un viaje de nueve horas en trineo. A lo largo del invierno buscaron curarse con el aire fresco, durmiendo en camas improvisadas sobre tablones de madera, y sus estados de salud mejoraron notablemente. Esto cambió la suerte de Spengler. Ambos convalecientes se convirtieron en ejemplos vivientes de las bondades del spa. Al poco tiempo, personas de toda Europa estaban viajando a las montañas del cantón de Graubünden. En 1875, por primera vez, hubo más huéspedes tratándose en invierno que en verano.
Davos se convierte en la meca para personas con problemas pulmonares
Spengler le recetaba a sus pacientes largas caminatas, hasta tres litros de leche por día, comidas livianas pero ricas en vitaminas, untarse el pecho con grasa de marmota (que penetraba la piel más fácilmente que otros productos) y, sobre todo, duchas de agua helada. Spengler observó que, como resultado, los pacientes respiraban "más fácil y profundamente, con pulso fuerte, y que el apetito encuentra un equilibrio".
Fue un éxito inmediato. Los inversores extanjeros llegaron atraídos por el fenómeno, en particular el holandés Willem Jan Holsboer, que fundó el primer gran hotel-spa Hoelsboer-Spengler, así como la línea de ferrocarril que unía Landquart con el Sanatorio Schatzalp.
Luego de algunas décadas, el área pobre de Landwassertal se convirtió en una ciudad estilizada y a la moda, con calles iluminadas con luz eléctrica, tranvías tirados a caballo y un cine. Florecían los spas y los hoteles típicos de la belle epoque. Hombres en abrigos hechos de la mejor tela y mujeres con tapados de visón paseaban sobre las calles cubiertas de nieve, tomaban el té de las cinco y asistían a conviertos. Una mezcla entre alemán, inglés y ruso podía escucharse en la pista de patinaje sobre hielo y en los lobbies de los hoteles. La vida social era vibrante.
Sin embargo, Spengler, el antiguo revolucionario, nunca olvidó sus raíces y continuó trabajando para los pobres a lo largo de su vida. La Casa Alexander, fundada por Spengler y operada por las diaconisas de Berna, ofrecía tratamiento a pacientes sin recursos.
El espíritu de Davos
Spengler, el padre fundador y una figura imponente con una gran barba blanca, se fue retirando gradualmente de la profesión a partir de 1890, acusando dolores de edad avanzada. Nuevos métodos de tratamiento se encontraron incluso antes de que sus hijos, Lucius y Carl, se convirtieran en médicos líderes en el tratamiento de la tuberculosis y fueran contratados para encabezar el área médica de los famosos spas de Davos. Carl pareció haber heredado el sentido de la innovación y la oportunidad de su padre. En 1923 estableció un torneo internacional de hockey para ayudar a las personas a sobrellevar el trauma de la Primera Guerra Mundial. La Spengler Cup es aún un torneo de renombre.
Alexander Spengler murió en 1901, pero su pasión y sus historias de éxito todavía acompañan a Davos. Sin su llegada, la vieja Davos no hubiese sufrido la increíble transformación que la convirtió en un centro de salud cosmopolita, y sin ese centro Thomas y Katia Mann jamás hubiesen ido al Sanatorio Schatzalp. Y Davos nunca hubiese obtenido un lugar en la literatura mundial como el escenario de la novela La montaña mágica (1924). Mucho menos este pueblito de montaña a 1.500 metros de altura podría haberse convertido en el lugar de encuentro de la elite política y económica mundial. Así y todo, desde 1971, los invitados ilustres del Foro Económico Mundial han encontrado una inspiración extraordinaria en Davos. Su espíritu emprendedor llegó por primera vez a este valle montañoso de Graubünden gracias a un extranjero y asilado.