Modestia y esplendor: las dos caras del Palacio Federal
El Palacio Federal se destaca entre otras sedes del poder y atrae a turistas de todo el mundo, si bien es desconocido por la mayoría de los suizos en el propio país. Nuestro recorrido comienza en el corazón del edificio, que refleja la estructura política del país al que representa.
"¿Cómo podemos ingresar a la catedral?", pregunta un grupo de turistas en la Bundesplatz, confundiendo el imponente Palacio Federal, con su cúpula adornada con una cruz, por un lugar de culto. Si bien es una anécdota graciosa, el término ‘religión civil’ acuñado por Jean-Jacques Rousseau le encaja al edificio como un guante: un monumento que brilla con el poder legislativo y democrático que ejerce sobre Suiza como una doctrina espiritual. Incluso hay algunos símbolos religiosos ocultos dentro del grandioso y sólido edificio, como una estatua justo debajo de la cúpula del santo patrono de Suiza San Nicolás de Flüe, cuyo espíritu de paz, moderación y reticencia a entrometerse en los asuntos de los demás sigue impregnando la cultura nacional hasta nuestros días.
La construcción propiamente dicha está muy inspirada en el Panteón de Roma, según Johannes Stückelberger, historiador del arte y profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Berna, si nos basamos en el coro del edificio, los vitrales de la cúpula, la corona pintada en la cima y la disposición de las salas en forma de cruz. Tal como escribe Stückelberger en su tesis de 2014 sobre la representación nacional y la religión civil, “El que ingresa al Palacio Federal ingresa a un lugar sagrado… El trabajo del Parlamento en sí se convierte en un acto sagrado, o algo que al menos debería llevarse a cabo por la ‘santidad’ de la Confederación Suiza”.
Con su entrada principal de estilo palaciego y las alas que flanquean ambos lados, el Palacio Federal le hace honor a su nombre. El arquitecto, Hans Wilhem Auer, quería que el edificio gris verdoso se mezclara entre las fachadas grises de la ciudad en su cara norte. Pero del lado sur, el edificio se posa majestuoso sobre el Río Aar, enclavado entre las casas vecinas del valle bernés.
Sigan al bibliotecario
El punto de encuentro es en la entrada del ala oeste. Es necesario obtener una credencial y atravesar la seguridad para poder ingresar. La biblioteca parlamentaria, que no está abierta al público, se encuentra en el segundo piso al lado de la oficina de Ignazio Cassis, ministro a cargo del Departamento Federal de Asuntos Exteriores. "Aquí es donde todo cambió", dice el historiador devenido bibliotecario Diego Hättenschwiler, quien trabaja para los Servicios Parlamentarios.
En su primera sesión en 1848, el nuevo parlamento suizo seleccionó a Berna como la capital federal del país. Esto fue un hito en la historia de la Confederación Suiza. Con anterioridad, la Dieta Federal de Suiza se había reunido alternadamente en Zúrich, Lucerna, Baden o incluso en Frauenfeld, según el período de la historia. Para expresar su gratitud, la ciudad de Berna encargó la construcción del Palacio Federal original (el ala oeste de la actualidad) a un costo enorme para la época, explica Hättenschwiler.
Historia suiza en desarrollo
El ala oeste inicialmente albergaba ambas cámaras parlamentarias además de la totalidad del gobierno federal. Por lo tanto, la biblioteca está inextricablemente unida a la gran historia de este país. Al fondo de la sala hay un retrato del profesor de derecho Eugen Huber (1849-1923). "Él fue quien redactó el primer borrador del Código Civil", cuenta Hättenschwiler con entusiasmo. "Esta sala histórica también fue testigo en 1870 de la decisión de construir el túnel de San Gotardo que une Suiza e Italia a través de los Alpes. Y en 1874, fue aquí donde se realizó una revisión completa de la Constitución suiza".
Esta revisión, unida a la designación de nuevos poderes, hizo necesaria la expansión del Palacio Federal: al haber más empleados públicos se requería más espacio. "Además teníamos más dinero, así que decidimos construir algo impresionante", agrega Hättenschwiler. Parte del antiguo hospital local, el Inselspital, debió ser sacrificado para liberar espacio para una segunda ala, que se construyó simétrica con la primera y se completó en 1892. Las obras en la parte central del edificio continuaron hasta 1902, cuando finalmente pudieron instalarse las dos cámaras. La histórica cámara del Consejo Nacional finalmente se transformó en la biblioteca parlamentaria, que ocupa varios pisos. Únicamente las cinco grandes ventanas abovedadas se mantienen iguales.
Reflejo de unidad nacional
Una nueva era comenzaba para Suiza mientras sus representantes electos se establecían en su nueva casa. El antiguo periódico suizo Journal de Genève brindó una descripción detallada de la inauguración del 1 de abril, reproduciendo extensos fragmentos de los discursos pronunciados en el evento. "Elevándose desde su magnífica terraza, toda la construcción da la impresión de grandeza y majestuosidad", exclamó el entonces presidente Josef Zemp, quien también rindió homenaje al arquitecto, Hans Wilhelm Auer, y a la modernidad del edificio.
"Los sistemas de iluminación, calefacción y ventilación se instalaron con toda la sofisticación científica moderna", siguió entusiasmado y pasó a resaltar la importancia política del edificio: "Las cámaras del Consejo Nacional y del Consejo de los Estados están separadas, pero íntimamente unidas. El pueblo suizo, dividido en estados, también reconoce que son una nación". El tema también fue mencionado por el vice presidente del Consejo Nacional: "El Palacio Federal es una manifestación del firme sentido de nación que ha estado creciendo incesante desde 1848. Representa la fuerte cohesión nacional del país".
El sentimiento se pone de manifiesto en cada detalle del edificio. Su simetría subraya la igualdad de las dos cámaras que sancionan las leyes del país: el Consejo de los Estados sesiona en el lado norte y el Consejo Nacional en el sur. La cúpula, que exhibe los escudos de todos los cantones del país, se acomoda perfectamente en el medio y justo encima del frontón una tríada de estatuas femeninas simboliza el concepto tripartito de la separación de poderes: la independencia política en el centro, flanqueada por el ejecutivo a un lado y la legislatura al otro.
La importancia de los símbolos
El Palacio Federal es como un libro viviente sobre Suiza, su historia y su evolución. El edificio tiene un diseño inteligente, según el Consejero Nacional Dominique de Buman del Partido Demócrata Cristiano, quien fue presidente del Consejo Nacional de 2017 a 2018. Recuerda vívidamente cómo la construcción de piedra también tiene un peso importante sobre los representantes electos de Suiza:
Cuando bajas las escalinatas hasta la zona de recepción luego de una elección, te sientes sobrecogido por el peso del edificio y, a su vez, el de tu posición.
La estatua de 24 toneladas de los Tres Confederados – cuyas manos extendidas aferran la Carta Federal de 1291 – actúa como un poderoso recordatorio para los parlamentarios que circulan por el hall abovedado. Por encima de sus cabezas se observa la bandera del Jura, el cantón más nuevo de la Confederación, que acaba de celebrar su 40º aniversario y se unió a los otros escudos en los vitrales de la cúpula. Todos los materiales utilizados para construir el Palacio Federal provienen de las diferentes regiones del país. "Los símbolos son importantes, porque representan a la Confederación en su totalidad", explica de Bauman. "Cuando ingreso, me recuerdan la misión que tenemos ante nosotros. Estamos aquí para los demás".
Las enormes ventanas no reflejan simplemente el estilo arquitectónico de fines del siglo XIX, que se inclinaba por los interiores más iluminados, sino que son también un símbolo de la transparencia del Palacio Federal – los representantes electos de Suiza deben ser capaces de ver el mundo y ser vistos por su electorado. De hecho, el público suizo puede ver literalmente a los 208 consejeros nacionales en sesión cuando se enciende la araña de la cámara que tiene ese número exacto de bombillas. El Palacio Federal es también de libre acceso. "No se impide el acceso al público. Es el parlamento del pueblo, no un lugar exclusivo. Los parlamentarios también pueden tener invitados sentados en las galerías durante una sesión".
La cámara del Consejo Nacional, un lugar de poder construido bajo el ojo público, es un verdadero teatro: hay dos entradas, un escenario principal donde se sienta el presidente, un atril para los oradores, una audiencia compuesta por consejeros y galerías públicas y privadas. Los periodistas tienen asientos en primera fila en ambos extremos del escenario. En lo alto, las estatuas de Guillermo Tell y Gertrud Stauffacher – quien inspiró a su esposo, uno de los confederados originales, a unir los tres cantones – vigilan a los consejeros.
Equilibrio de poderes
Los 200 asientos de madera de la cámara son sencillos con respaldos de mimbre. Los consejeros se sientan según sus partidos, de izquierda a derecha. Delante de ellos, los viejos tinteros de los escritorios se convirtieron en dispositivos de votación electrónicos. Para evitar las trampas, cada consejero debe presionar al mismo tiempo otro botón que se encuentra debajo del escritorio. A lo largo de las paredes, debajo de los escudos de armas cantonales, hay gastados asientos de madera tapizados en cuero para los 46 miembros del Consejo de los Estados que también asisten a la cámara para las reuniones de la Asamblea Federal.
Entre dos columnas al fondo de la sala se ha preparado un par extra de asientos para los representantes del Jura. El famoso mural de la Cuna de la Confederación, completado en 1902 por Charles Giron, nacido en Ginebra, adorna el fondo como un telón que nunca se baja. Representa una vista aérea del Rütli, donde se juró la Carta Federal. Entre las nubes se observa nítida la figura de una mujer desnuda con alas que sostiene una rama de olivo dorada en la mano.
El diseño de la cámara del Consejo de los Estados en el mismo piso es muy similar excepto que los asientos de cuero son azules. Aquí es donde la pintura panorámica del Landsgemeinde de Albert Welti – repleto de retratos de ciudadanos reales que ilustran los orígenes comunes y democráticos del parlamento suizo – contempla al presidente del consejo. Hay dos asientos para miembros del Consejo Nacional que actúan como observadores en determinados debates, como el reciente voto sobre la licencia parental.
Proximidad democrática
La Plaza Federal también es central en el concepto del Palacio Federal. Aquí es donde la gente común puede tener contacto directo con los parlamentarios que entran y salen del edificio, y por eso atrae a grandes grupos de ciudadanos comunes y sindicalistas durante las marchas y manifestaciones. "Todos tienen derecho a expresar sus opiniones. La gente se nos acerca para darnos la mano o entregarnos un panfleto", explica de Bauman. "Recientemente, se nos acercó un montón de gente joven para reclamarnos que abordáramos el problema del clima. No se puede encontrar esa familiaridad en ningún otro lado. Es proximidad democrática".
Sin embargo, no se permiten las manifestaciones cuando el Parlamento se encuentra en sesión – indicado por la bandera suiza izada hacia la Plaza Federal. El 14 de junio del año pasado, el día de la huelga de las mujeres en Suiza, fue la primera vez que se interrumpió una sesión. Fue a pedido de la presidenta del Consejo Nacional, Marina Carobbio Guscetti, quien deseaba saludar a la procesión junto con su vice presidenta y otras consejeras.
También solicitó – como tributo a la presencia de mujeres en el Palacio Federal – que se colocaran placas conmemorativas con los nombres de las primeras mujeres electas al Parlamento en sus antiguos escritorios. Nombres como el de Elisabeth Blunschy-Steiner, consejera entre 1971 y 1987 y la primera mujer presidenta del Consejo Nacional, que ahora está inscrito en el escritorio número 79. En la cámara del Consejo de los Estados, el nombre de la ginebrina Lise Girardin (1971–1975) se agregó al escritorio número 18. El Palacio Federal – modesto pero ostentoso, accesible pero también discreto – es un símbolo de la diversidad y unidad de Suiza, que se adapta a la evolución de su propio objetivo y al de la sociedad.
Traducción de un artículo publicado originalmente en Le Temps en julio de 2019