Petra

El jeque Ibrahim, descubridor suizo de Petra

Johann Ludwig Burckhardt, heredero de una acaudalada familia de Basilea, se convirtió al islam para facilitar su trabajo como explorador. En 1812, viajando casi solo, descubrió la ciudad perdida de piedra arenisca roja de Petra en el desierto de Jordania.

La ciudad perdida de Petra, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, fue redescubierta en 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt. También conocido en francés como Jean Louis Burckhardt y en inglés John Lewis Burckhardt, este explorador y orientalista suizo entró en los anales de la historia con el nombre de Jeque Ibrahim Ibn Abdallah. Llegó a ser reconocido como uno de los mayores exploradores de su tiempo por ser el hombre que redescubrió Petra, un tesoro del mundo antiguo situado a unos 4.000 kilómetros de Suiza. 

Petra

Historia de un aventurero 

Nacido en el seno de una familia numerosa y adinerada que había emigrado a Lausana tras la entrada de las tropas napoleónicas en Basilea en 1798, Johann Ludwig Burckhardt estudió derecho, filosofía, historia e idiomas en las universidades de Gotinga y Leipzig. Tras sus estudios, se trasladó a Inglaterra, donde aceptó un empleo en la Asociación Africana, cuya misión declarada era ayudar a Gran Bretaña a vencer a Francia en la exploración del continente africano y la explotación de sus riquezas. Pero Burckhardt no era un aventurero impulsivo. Se sometió a un riguroso curso de estudios en Cambridge, donde comenzó a estudiar árabe.
En 1809 abandonó Inglaterra, haciendo una breve escala en Malta, donde asumió una nueva identidad como Ibrahim ibn Abdallah. En sus escritos de viaje, Burkhardt explicó que se hizo pasar por un comerciante indio musulmán para disipar las sospechas sobre su acento y su imperfecto dominio del árabe. Cuando se le pedía que dijera algunas palabras en la lengua india que decía ser su lengua materna, se lanzaba al más amplio dialecto suizo alemán para disipar las sospechas.
Sin embargo, algunos se preguntaron sobre sus verdaderos orígenes. Tras llegar a Alepo en julio de 1809, dedicó dos años a perfeccionar el árabe, tanto la lengua vernácula como la clásica del Corán, y aprendió a recitar de memoria algunos de sus versos. "No me reconocerías, sentado en el suelo con una túnica turca holgada y luciendo una respetable barba", escribió a sus padres. Emprendió pequeñas expediciones por los alrededores de Alepo, donde desarrolló una fascinación por las tribus beduinas. Se dio cuenta de que debía ser precavido: para hacer anotaciones en su cuaderno, se alejaba de las miradas indiscretas, lo sacaba de su escondite bajo el turbante y se protegía las manos con la túnica.

Johann Ludwig Burckhardt
Johann Ludwig Burckhardt 

Un descubrimiento de valor inestimable  

En 1812, Burkhardt salió de Alepo, viajando sin mapa en busca de sitios antiguos cuya ubicación había memorizado. En agosto pidió a unos guías locales que le llevaran al monte Aarón, que creía que estaba cerca de la ciudad nabatea de Petra, simulando que quería sacrificar una cabra en la tumba de Aarón. El 22 de agosto consiguió convencer a un guía de sus buenas intenciones. En sus Viajes por Siria y Tierra Santa describe en términos sobrios el espectáculo que se abrió ante él tras un paseo de treinta minutos por un estrecho desfiladero. Añade que no pudo explorar los palacios y las tumbas con toda la libertad que hubiera querido, ya que esto habría despertado las sospechas de su guía de que estaba allí para saquear tesoros o, peor aún, practicar la magia negra. No dudó ni por un momento que había hecho un descubrimiento de inconmensurable valor. "Los futuros viajeros podrán visitar el lugar bajo la protección de una fuerza armada; los habitantes se acostumbrarán más a las investigaciones de los extraños", escribió.

Travels in Syria and the Holy Land (1822)
Viajes por Siria y Tierra Santa (1822)

 

Una pasión por la etnología  

Burckhardt no quiso poner en peligro el proyecto que más le interesaba y que nunca pudo realizar: explorar el nacimiento del Níger. Llegó a El Cairo en septiembre de 1812 y emprendió dos expediciones en el desierto de Nubia. Allí, en 1814, descubrió las columnas monumentales del templo de Abu Simbel. La importancia de este lugar es hoy universalmente reconocida, pero Burkhardt sólo lo menciona de pasada en sus escritos. Apasionado etnólogo, describió a las personas que encontró y las relaciones de poder político de los lugares que visitó con un estilo que destaca por su objetividad.

Conversión religiosa 

De su pluma procede también la primera descripción de un occidental de los lugares sagrados de La Meca, donde realizó una peregrinación de dos meses. No se sabe si su conversión al Islam fue auténtica o no, pero lo que está claro es que se trataba de una empresa arriesgada para un europeo. Nunca mencionó el tema en las cartas a su familia. Sin embargo, fue enterrado en 1817 en el cementerio de Bab el-Nasr, en uno de los barrios más poblados de El Cairo, en calidad de hají, es decir, de musulmán que había peregrinado a La Meca.

Funerary stele of Johann Ludwig Burckhardt in Cairo
Estela funeraria de Johann Ludwig Burckhardt en El Cairo

 

Artículo publicado originalmente en Le Temps, Catherine Cossy, Enero de 2013