Osario de Leuk, junio de 2018 – © Cyril Zingaro for Le Temps

Las catacumbas del Valais, tan fascinantes como las de París

No hace falta descender a las catacumbas de París para sentir la mirada de miles de cuencas oculares vacías. Con sus 24.000 cráneos, el osario de Leuk, en el Alto Valais suizo, ofrece un espectáculo igualmente escalofriante.

No bien atraviesas la puerta, la muerte te saluda con una sonrisa desdentada. Cuando miras alrededor de la sala, miles de cráneos rotos y sin mandíbula te devuelven la mirada. En el centro, un Cristo gótico sangra en grandes gotas inmóviles. Los muertos, apilados así desde hace siglos, contemplan sus estigmas como si esperaran la resurrección. En la pared de enfrente hay una serie de pinturas de la danza de la muerte. Está claro que la parca tiene un mensaje para ti: "Soy la Muerte, y me llevo a jóvenes y viejos". Has entrado al osario de Leuk en el Alto Valais, donde 24.000 cráneos contemplan la eternidad.

Imagen de portada: Leuk, junio 2018 – © Cyril Zingaro para Le Temps

El osario de Leuk alberga 24.000 cráneos. 2018 – © Cyril Zingaro para Le Temps

Todos iguales frente a la muerte

"Existen dos grandes explicaciones para estos muros macabros", explica Roger Mathieu-Uttenthal, presidente del consejo parroquial de Leuk y guía del lugar. "Una razón muy básica es la falta de espacio. Retrocedamos en el tiempo hasta el 1500. Leuk es la iglesia principal del distrito del mismo nombre. La población de sus 12 municipios acude allí para marcar las estaciones de la vida católica en el Valais de la Baja Edad Media. El bautismo, la comunión, el matrimonio. Y el entierro, por supuesto".

Pero las parcelas del pequeño cementerio eran caras, así que se reutilizaban. Los difuntos pasaban veinticinco años bajo tierra, tras lo cual sus cráneos se guardaban en la capilla, construida en 1505. "Fechamos el osario en ese año", dice nuestro guía, "porque es la única información verificable con la que contamos. Habrían empezado a apilar cráneos antes, pero nadie sabe cuándo". El Valais cuenta con una veintena de catacumbas. Otra de ellas está en Naters, a 30 kilómetros al este.

 

Skulls at the Leuk charnel house
Algunos de los ocupantes del osario tuvieron un final violento. El agujero en el cráneo de la parte inferior derecha es probablemente una herida de bala. Osario de Leuk, 2018.
© Cyril Zingaro for Le Temps

 

"La segunda razón es religiosa", dice Roger Mathieu-Uttenthal. "Imagínese el Valais rural del siglo XVI, donde la gente no sabía leer ni escribir. La Iglesia quería mostrar a los feligreses que había justicia en el más allá. Hombre, mujer, rico o pobre: al final todos morimos. En el muro, los cráneos de los ricos no se distinguen de los de los pobres". La nobleza no estaba exactamente sujeta a este ideal, admite. Podían optar por permanecer en la tierra y no unirse a la pila de cráneos en el muro. La justicia está muy bien, pero ¿de qué sirve tener sangre azul si vas a acabar en la tumba de un pobre?

 

Los muertos de la invasión francesa de Suiza

A lo largo de tres siglos, la muralla creció hasta alcanzar casi 20 metros de largo, 2,4 metros de alto y 3 metros de ancho. Sus 24.000 ocupantes son anónimos, muchos de ellos simples agricultores. Otros llevan cicatrices que hablan de una muerte violenta, como agujeros en la nuca.

Probablemente sean heridas de bala.

Roger Mathieu-Uttenthal

El Valais no siempre ha sido un lugar pacífico. Tras la Revolución Francesa, los franceses atacaron y derrotaron a Austria, creando el equilibrio de poder necesario para la independencia de Suiza. Los suizos se encontraron a merced de los franceses, que la invadieron y proclamaron la República Helvética (1798-1803).

Bones at the Leuk charnel house
Osario de Leuk, 2018.
© Cyril Zingaro para Le Temps

 

El Valais no se salvó. Los franceses liberaron a los francófonos del Bajo Valais del sometimiento a sus vecinos del Alto Valais de habla alemana y declararon a todos los hombres de entre 20 y 45 años aptos para el reclutamiento. Los piadosos habitantes del Alto Valais preferían caer en el campo de batalla que servir a los "enemigos de la fe". Sin embargo, los soldados de montaña, mal equipados, no fueron rivales para las tropas revolucionarias francesas y fueron derrotados en mayo de 1799.

Casi el 60% de la población masculina de habla alemana del cantón perdió la vida en esta guerra. Muchos murieron en la batalla de Pfyn, llamada así por el gran bosque de pinos que aún hoy es visible bajo el pueblo. Algunos de ellos están aquí.

Roger Mathieu-Uttenthal

 

"Lo que tú eres, nosotros lo fuimos. Lo que nosotros somos, tú lo serás"

Bones at Leuk ossuary
Un agujero en la pared es revelador de la fascinación que los osarios ejercen sobre los vivos. Un cráneo desapareció en 2017. Osario de Leuc, 2018.
© Cyril Zingaro para Le Temps

 

El muro de las calaveras no ha recibido nuevos ocupantes desde 1860. "En verano, los estudiantes de buenas familias volvían al pueblo sin nada que hacer", explica Roger Mathieu-Uttenthal. "Por aburrimiento hacían todo tipo de estupideces, como robar cráneos". Como ya no había tanta escasez de parcelas de enterramiento, este aumento de los pequeños robos convenció a las autoridades para tapiar a los muertos, que descansaron durante 122 años fuera de la vista. Fue la renovación de la iglesia sobre la capilla en 1982 la que los sacó de la oscuridad una vez más.

Ahora visible, el muro del osario fascina a los visitantes de todo el mundo, a veces demasiado. Hay un notable espacio oscuro entre los cráneos. "Sucedió el verano pasado", dice el guía. "De repente, faltó uno". La desaparición de un cráneo compañero no parece preocupar a los demás ocupantes de la pared, que esperan pacientemente para reírse del último.

"Lo que tú eres, nosotros lo fuimos. Lo que nosotros somos, tú lo serás", parecen decirnos.

 

Adaptado de un artículo publicado originalmente en Le Temps, Michel Guillaume, agosto de 2018